sábado, 31 de diciembre de 2016

Oda al Día de mi boda

El día de mi boda no hubo vestido blanco, ni lazo, ni arras, me encontraba vestida con un pantalón de lino, descalza, en posición fetal sobre una silla de madera. Me columpiaba hacía delante y hacia atrás con la única esperanza de amansar el frío que se filtraba por mis poros, los escalofríos deambulaban por mi cuerpo, me sacudían, sentía miedo, sí, mucho miedo. 

El día de mi boda no hubo un gran banquete ni muchos invitados, en cambio, medicina sagrada fruto de la madre tierra. Estuvimos presente sólo las personas que teníamos que estar, entre ellas, tú, mi compañero galáctico, mi mejor amigo y cómplice de mis locuras. Estábamos tan cerca y tan lejos a la vez.  Entre la niebla de mis pensamientos nuestras miradas se cruzaron y logré experimentar el amor más puro y genuino que alguna vez he llegado a vivir, mi corazón se desplomó y no pude evitar sentir culpa. 

El día de mi boda no hubo un cura, ni monaguillos, sólo una mujer guerrera, fuerte como el nogal y tan sencilla como la lana, quién me abrió paso entre la obscuridad para que yo pudiese encontrar mí verdad, una verdad que aún no termino de descubrir, ni de comprender. 

El día de mi boda yo no estaba consciente de que yo era la novia, lo comprendí algún tiempo después. En ese momento desconocía los eventos que se desencadenarían, pero ahora todo es evidente, tu no eras el novio, esto no fue una boda, simplemente el nacimiento de una nueva YO.  

domingo, 18 de diciembre de 2016

Una Rosa Desterrada



¿Qué la Fabiolita se fue de viaje con el novio? ¿Cómo? ¿Así no más? ¿Cómo hombre y mujer?  como se nota que ya son otros tiempos, hoy en día na más le pican al aparatito ese que traen en la mano y consiguen marido, ¿De que te ríes?, ¿Tu también andas embelesada todo el día?, no cabe duda que cada vez vamos de mal en peor, bueno el caso es que le picas al aparato ese y al siguiente día resulta que se van a cruzar el charco, así no más, sin conocerse, sin bendición, ni nada, ¡pues que se creen! ¡Al paso que vamos el Juparé va a desaparecer!, entre los muchos que migran pal otro lado y las muchas que consiguen marido por medio de esa cosa, ya no quedará ni un alma en este pueblo para piscar algodón. Si tu Tata viviera le metería un plomazo en la barriga a cualquier cabrón que osase robarle a su nieta. Pero ahora, todo mundo se hace de la vista gorda, supongo que es la maldita hambre, la maldita hambre de este pueblo hediondo, ni agua, ni trabajo provee, así, ni como sembrar tomatillo, y con este pinche sol que nos quema hasta el tuétano, no me extraña ni tantito ver a los indios foqueándose todo el día, por su culpa paso las noches a obscuras en el tejaván, ¡Ha! pero ya me olvidaba a que viniste. ¡Sí claro!, tu mamá estaba muy pequeña cuando la Rosa se fue, pero yo si me acuerdo requete bien, si yo le ayudé a hacer su maleta, le empaque un poco de capirotada que nos había sobrado de la semana santa y unas tortillas de harina para el camino, me estaba orinando del miedo, si mi Apá me hubiese sorprendido ayudándola me mataba a palazos junto con ella. No, aquellos tiempos no eran como los de hoy, ¡qué va a ser!, en esos tiempos obedecíamos a nuestros padres, respetábamos a los mayores, comíamos carne roja, no esa cosa que se pega como chicle en los intestinos, ¿Cómo dices que se llama? Maruchan, si esa mera.

La Rosa sufrió mucho, que si sufrió, dímelo a mí, yo le dije, no te vayas Locha, no seremos ricos pero frijol yurimuni y queso panela nunca nos hace falta, no estás fea, con esas trenzotas negras como el azabache y esas caderas no faltará quien te pida a mi Apá, pero no escuchó ni tantito mis suplicas, ella no era como nosotras, tenía demasiadas aspiraciones para haber nacido en este pueblo. Pues no te digo que la causa de su partida fue por querer saber demasiado, a regañadientes mi Apá la dejó estudiar enfermería en Huatabampo, pero no tardaron en llegar los chismes, que según la Rosa ya no era digna de vivir en esta casa y ya sabes, todas esas cosas que inventan las personas envidiosas que no conocen el amor. Aún recuerdo esa noche, estaba mi Apá debajo del mezquite, sentadito en su butaca, esperándola pacientemente cuando escuchamos los tacones de mi hermana estrellarse contra la pared, la que se armó ese día en la casa, y nosotras pues que podíamos hacer, ni chistar, calladitas detrás de la puerta escuchamos todo. ¿Que dónde estaba mi Amá? pues donde más, ¡ahí, viéndolo todo!. Mi niña no seas tan dura con ella, esa pobre que iba a hacer, si lo más cercano al amor que conoció fueron las vacas que ordeñó, acuérdate que mi Apá la recogió con un hijo y ella siempre se sintió en deuda con él. Pero bueno, esa es otra historia, ya te la contaré después.

¡Hay pobre Rosa!, agarró su maleta y tomó camino para Tijuana. Algunos años después me confesó que poco después de su partida se vengó de tu Tata revolcándose con el primer Yori que encontró, según ella para que hablará con razón. Aunque su mejor amiga la Chuyita, no se cansó de tamborearle la puerta y rogarle que no lo hiciera, ella no escuchó razones, el único lenguaje que comprendía era el del dolor. ¿Qué si le afectó? Pos tu que crees, tuvieron que pasar años para que la Rosa volviera a ser aceptada en la casa, hasta que su hijo ya estaba bien entrado en años volvió a pisar suelo jupareño. Pero no te creas, no quedó muy bien de la cabeza, yo no sé si tantos años viviendo en el gabacho o utilizar tanto blanqueador le afectó la razón, pero ni el amor del Polaco, el Griego y el Gringo nos la pudieron regresar. Sí, todavía recuerdo su última boda como si fuese ayer, se paseó por todo el Juparé de vestido blanco, allá iba con las enaguas arremangadas entre las piernas, arrastrando salitre, buscando perdón. Terminó su recorrido en el panteón, entregando su ramo de novias a tu Tata como símbolo de redención, lo que la loca no se enteró es que lo olvidó en la tumba equivocada.

Sonmi 411

Un día como hoy


Crecí en una familia de padres divorciados con una educación muy conservadora y tradicional, siendo la menor de 5 hermanos, no tuve la oportunidad de ser el centro de atención. Mi infancia fue más bien una especie de trance entre una dimensión paralela y esta realidad, crecí rodeada de violencia y en realidad, fue nada agradable. Así que la mayoría del tiempo me la pasé imaginando historias, otros seres, otros mundos. Mi nivel de distracción era tan grande que en mi casa pensaban que tenía algún tipo de retraso mental, en realidad me generaba conflicto lo que mi familia,  la escuela, la iglesia y la sociedad en general me pedían que me convirtiera. Mis hermanos me consideraban la rara, en la escuela notaba que no era como mis compañeras de clase, me esforzaba por ser como ellas, por encajar, por gustarle a los niños, pero en ese momento  mi inocencia e ignorancia no me permitían comprender lo especial y única que soy. 

Cuando cumplí 10 años me  regalaron un diario y fue mi primer acercamiento con la escritura, fue mi refugió, mi salvación, mi válvula de escape, una forma de desahogarme, de sanar, de soltar el pasado. 
Por algún tiempo, el dolor y la ira que llevaba dentro se convirtieron en mi motor, me ayudaron  a conectar con mi sensibilidad y liberar emociones a través de la escritura. Conforme los años pasaron, sané el pasado, por lo que dejé de sentir la necesidad de escribir.

Pero hoy es diferente, después de tantos años he regresado a escribir, pero esta vez, ya no más como como terapia. He regresado a escribir porque alimenta mi espíritu,  me  recuerda que estoy viva, que soy un ser humano y  me libero a través de las palabras, sin ataduras ni prejuicios, sin expectativas, simplemente por el puro placer de escribir. 

A través de mi blog quiero compartirles mi historia, la de mi madre, mis hermanas, mis abuelas, las mujeres que conocí en mi infancia, en la universidad, en el trabajo, en mis viajes, en la calle, en el metro o algún lugar inhóspito del planeta. Aunque nuestras circunstancias de vida, cultura y generaciones sean tan distintas, nos une y marca el mismo inconsciente colectivo. 

Con amor, para Hanna

Sonmi 411