El día de mi boda no hubo vestido blanco, ni lazo, ni arras, me encontraba vestida con un pantalón de lino, descalza, en posición fetal sobre una silla de madera. Me columpiaba hacía delante y hacia atrás con la única esperanza de amansar el frío que se filtraba por mis poros, los escalofríos deambulaban por mi cuerpo, me sacudían, sentía miedo, sí, mucho miedo.
El día de mi boda no hubo un gran banquete ni muchos invitados, en cambio, medicina sagrada fruto de la madre tierra. Estuvimos presente sólo las personas que teníamos que estar, entre ellas, tú, mi compañero galáctico, mi mejor amigo y cómplice de mis locuras. Estábamos tan cerca y tan lejos a la vez. Entre la niebla de mis pensamientos nuestras miradas se cruzaron y logré experimentar el amor más puro y genuino que alguna vez he llegado a vivir, mi corazón se desplomó y no pude evitar sentir culpa.
El día de mi boda no hubo un cura, ni monaguillos, sólo una mujer guerrera, fuerte como el nogal y tan sencilla como la lana, quién me abrió paso entre la obscuridad para que yo pudiese encontrar mí verdad, una verdad que aún no termino de descubrir, ni de comprender.
El día de mi boda yo no estaba consciente de que yo era la novia, lo comprendí algún tiempo después. En ese momento desconocía los eventos que se desencadenarían, pero ahora todo es evidente, tu no eras el novio, esto no fue una boda, simplemente el nacimiento de una nueva YO.
Por qué sentir culpa del amor?
ResponderEliminarLa culpa no proviene del amor, sino de la mente, es una ilusión seductora que únicamente busca separarte de la realidad.
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